Que en
una sociedad del siglo XXI, avanzada, democrática, donde no existe el peligro
de que llegue la policía secreta a tu casa y te haga desaparecer, o que te
acosen día y noche hasta que tengas que abandonar el país por reclamar tus
derechos, donde está reconocido el derecho de reunión y manifestación, la gente
permita pacíficamente y sin que sea derramada una sola gota de sangre, que los políticos
“democráticamente elegidos” decreten que vas a pasar hambre, que no tendrás
empleo nunca más si tienes más de 57 años, y que si te roban tus ahorros dentro
de una sucursal bancaria, vendiéndote “acciones indecentes” has tenido mala
suerte y debes aceptar una “quita” del 60% y el resto en acciones de un banco
podrido, tóxico o “malo”, que no valen
nada, y que es legal que, además de que te quiten tu vivienda por el impago de
la misma, debido a la falta de empleo crónica, arrastres de por vida la deuda que
no pudiste pagar, mientras los bancos, -además de los intereses ya cobrados-
acumulan cientos de miles de viviendas cerradas a cal y canto, es francamente
el signo más potente de lo que bien podría llamarse “síndrome civilizatorio”, o el efecto de la domesticación del ciudadano posmoderno.
En las
culturas “atrasadas”, “primitivas” o “incivilizadas”, la sangre ya estuviera
llegando al río… porque hay seres humanos que sencillamente se revelan, y ante
la injusticia y la impunidad se sienten con pleno derecho a tomarse la
justicia por su mano.
Como antropóloga
no puedo celebrar la barbarie de las llamadas "sociedades primitivas", pero tampoco puedo explicar qué extraño proceso
lleva a los hombres y mujeres del siglo XXI, que habitan las democracias –el sistema
de organización política más perfecto creado por nuestra especie-, a aceptar esta especie de “acta de defunción
de todos los derechos humanos y ciudadanos elementales”, y a admitir el sufrimiento,
el hambre, el desempleo, el desahucio, la precariedad de la atención sanitaria,
el desmantelamiento del sistema de educación y la miseria, como una especie de
ofrenda propiciatoria a los mercados.
Esto,
desde luego, tampoco lo puedo explicar ni mucho menos, celebrar.
Es inadmisible lo que en aras de una mayoría absoluta, está ocurriendo en España. Vayamos hacia una transición no transitada aún. Podemos.
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