La mayoría
de los seres humanos venimos al mundo debiendo algo. La deuda que los países arrastran hace que cada
criatura que ve la luz por primera vez, ya deba decenas de miles de dólares sin
haber utilizado nada de los bienes que este mundo puede ofrecer. Esta situación
se agrava todavía más si naces en el Tercer Mundo, donde al nacer, tienes a tus
espaldas una “deuda externa” que no solo recaerá sobre tus hombros, sino sobre
tus descendientes.
En este
momento, cuando la crisis económica hace estragos, dos de los servicios públicos
más importantes y determinantes del “estado de bienestar”, están siendo
fuertemente atacados: la ESCUELA PÚBLICA y la SANIDAD.
Hoy quiero
reflexionar sobre la idea del “COPAGO” que viene planteándose como una
posibilidad para inyectar dinero al sistema de salud.
Lo
primero que me llama la atención es el nombre “COPAGO”. Este palabro significa
que compartes los gastos de sanidad pagando un cuota por cada consulta médica, pero obviamente, está mal utilizada cuando se refiere a "compartir los gastos" que ocasionan
los ciudadanos al sistema de salud cuando de enferman, porque en realidad es un
“PREPAGO”: desde la primera nómina ya has estado pagando los servicios de salud
que podrás eventualmente recibir. Lo pagas “antes de estar enfermo” y aunque no
te enfermaras nunca lo pagarías igual. De modo que lo normal es que cuando usas
un servicio médico ya hayas previamente pagado el coste por la
atención que recibes.
Lo
segundo: supuestamente, si se estableciera un precio por cada consulta, este
importe –estimado por algunos en unos 5€-, actuaría como disuasorio para muchos
ciudadanos que abusan del sistema de salud.
Personalmente,
no puedo concebir la idea de que alguien, sencillamente porque le sobra el tiempo o no tiene algo mejor que hacer, decida pasar la tarde en un ambulatorio, o decida directamente
irse a urgencias; es posible que muchos ciudadanos necesiten adquirir una “cultura
sobre el uso racional de los servicios públicos”, pero deducir de este
comportamiento inadecuado que pudieran tener algunos ciudadanos que pagando una
cuota de 5€ se pudiera corregir, es –a mi modo de ver-, una falsa solución al
problema.
¿No
sería mejor educar a la ciudadanía sobre los beneficios que les reportaría
hacer un uso racional de los servicios de sanidad? Si creemos que las campañas
de concienciación sobre accidentes de tráfico ayudan a salvar vidas, ¿Por qué
no hacer también campañas sobre los beneficios de un uso racional de las
visitas al médico o del uso correcto del servicio de urgencias?
Primero
fueron acusados los inmigrantes de “colapsar” las urgencias, o sea, nada
más llegabas de Senegal, Colombia o Ecuador lo primero que se te ocurría era ir a La Paz o
al Gregorio Marañón a colapsar los servicios de urgencias; los inmigrantes los
que supuestamente estaban colapsando las urgencias eran el “chivo expiatorio”
del desfalco de las cuentas de sanidad, pero luego fueron los ancianos, los que
estaban todo el día en el ambulatorio buscando recetas para llenar los botiquines
domésticos de medicamentos, y luego los
padres desconsiderados los que llevaban los niños al pediatra para amortizar la
cuota que pagan en sus nóminas en concepto de seguridad social. Ya todos somos “culpables”
de haber generado ese déficit y ahora todos somos responsables de darle alguna
solución. Pero hay miles de millones de euros que se han quedado por el camino
y que no se han gastado precisamente en consultas ni recetas.
¿Quién o quiénes deben
responder por el uso correcto de el presupuesto multimillonario de sanidad? Cuando los ciudadanos paguemos esos 5€ por consulta, ¿Los gestores y administradores del presupuesto de sanidad harán mejor su trabajo?
Si hay
un déficit en sanidad, no creo que sea por las visitas innecesarias de
ciudadanos desconsiderados al médico; pienso que los gestores de los
presupuestos millonarios de sanidad, los políticos que han decidido “externalizar
servicios”, las empresas concesionarias de las construcción de hospitales tendrían
mucho que decir sobre cómo se ha generado este déficit, mucho más que los
ciudadanos “imprudentes” o “desconsiderados”.
Y si al
final vamos a tener que pagar, -como todo parece indicar-, llamémosle “REPAGO” porque sería la palabra más ajustada
a la realidad.
¡Nunca la sanidad fue gratis porque siempre la pagamos entre todos!


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