Erase una vez una insigne habitante del “bosque de los
madroños” llamada Esperanza, a quien los habitantes del bosque conocían como “Caperucita Aguirre” que en previsión de que no tendría
dinero para urbanizar el bosque y darle caprichos a su abuelita, que no se saciaba de comer pasteles, decidió recortar profesores de la escuela pública.
Hasta entonces, los niños del bosque que iban a la escuela pública estaban muy contentos, pero la abuelita de Caperucita Aguirre tenía cada día más hambre y menos pasteles. La abuelita, acostumbrada en los años anteriores a tener todos los caprichos, había comido mucho, muchísimo y además de sobrealimentarla, Caperucita Aguirre le había puesto un séquito de asesores, coches de lujo y le había construido un palacio en el bosque. Realmente, del bosque ya quedaba poco porque el asfalto había ido comiéndose a los madroños, encinas y alcornoques. Pero la fiesta se había terminado y ya no había dinero ni para pastelitos.
Hasta entonces, los niños del bosque que iban a la escuela pública estaban muy contentos, pero la abuelita de Caperucita Aguirre tenía cada día más hambre y menos pasteles. La abuelita, acostumbrada en los años anteriores a tener todos los caprichos, había comido mucho, muchísimo y además de sobrealimentarla, Caperucita Aguirre le había puesto un séquito de asesores, coches de lujo y le había construido un palacio en el bosque. Realmente, del bosque ya quedaba poco porque el asfalto había ido comiéndose a los madroños, encinas y alcornoques. Pero la fiesta se había terminado y ya no había dinero ni para pastelitos.

Se pusieron
las dos manos a la obra mientras tarareaban: “un profe menos por aquí, un laboratorio
menos por allá, menos excursiones para los niños, que trabajen más los profes
perezosos…”
Además de despedir a muchísimos profesores, desactivaron los laboratorios de ciencias naturales porque ya no eran necesarios; bastaba con que los niños aprendieran a leer y a escribir. Redujeron las
excursiones y actividades extraescolares, porque pensaron que cada padre debía
llevar a sus hijos de excursión por su propia cuenta.
Muy contentas por el trabajo realizado Caperucita Aguirre y
Caperucita Figar se fueron cantando por el bosque. ¿Quién tiene miedo a los
profes, a los profes, a los profes?...
Los profesores y alumnos decidieron protestar porque no era
justo que para comprarle pasteles a la abuelita hubieran decidido desmantelar
las escuelitas. Profesores, alumnos, padres, abuelos y mucha de la buena gente del bosque salieron
a protestar indignados porque en realidad estaban acabando con las escuelas. Para no perderse entre los árboles, todos se compraron
camisetas verdes que decían: “La escuela pública, de todos y para todos”.
Mientras Lucy y Esperanza, caminaban por el bosque cantando:
¿Quién tiene miedo a los profes, a los profes, a los profes?... vieron a lo lejos una #mareaverde compuesta
por decenas de miles de niños, jóvenes y adultos que gritaban consignas
defendiendo la escuela pública y contra los recortes que habían desvalijado a las
escuelas.
Caperucita Aguirre y Caperucita Figar comenzaron a gritar:
¡DEFRAUDADORES,
DEFRAUDADORES, NO HABÉIS PAGADO EL IVA DE LAS CAMISETAS VERDES... OS VAMOS A
DENUNCIAR ANTE LOS TRIBUNALES!… ¡OS VAMOS A METER EN LA CÁRCEL JUNTO A VUESTROS
AMIGOS DEL 15M Y LOS DE LA CEJA…A LA CÁRCEL TODOS! ¡ANTISISTEMAS! ¡PERROFLAUTAS!
….¡YA VERÉIS EL 20N CUANDO VENGA EL LEÑADOR RAJOY Y ME DE TODOS LOS PODERES…OS VAIS A ENTERAR!.....
…Y Caperucita Aguirre
y Caperucita Figar cogidas de la mano salieron corriendo despavoridas por
bosque…
Pasados unos meses, el leñador llegó con el hacha y la emprendió contra las escuelas públicas...
Y Colorín, Colorado, ESTE CUENTO NO SE HA TERMINADO…..
¡SEGUIREMOS DEFENDIENDO LA ESCUELA PÚBLICA!
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