Brasil ha sido
honrado con la concesión de dos de los más importantes eventos deportivos a los
que cualquier país puede aspirar: sede de la Copa Mundial de fútbol en el año
2014 y sede de los Juegos Olímpicos, Río de Janeiro 2016. El
gobierno brasileño ha destinado un presupuesto multimillonario para desarrollar
las infraestructuras que se necesitan: invertirá durante el año próximo
1.800 millones de reales (1.225 millones de dólares) en obras necesarias para
el Mundial de fútbol del 2014 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro
2016.
Sin embargo, hay una cuestión que enturbia la alegría y la proyección que Brasil tendrá gracias a estos dos eventos deportivos: la violencia imparable en las favelas y el aumento de la violencia general en el país.
En la mayoría de las grandes ciudades de Latinoamérica se vive con miedo y las grandes ciudades de Brasil no son una excepción. En todas las ciudades de Brasil se nota el aumento de la violencia y la gente tiene miedo. La seguridad tiene un alto coste; solo los ricos pueden permitírsela y con todo, nada les exime de ser víctimas potenciales de un asalto, un secuestro o un asesinato. La violencia en las favelas que circundan la bella ciudad de Río de Janeiro son el quebradero de cabeza para las autoridades responsables por garantizar la seguridad de los juegos. Hay una auténtica "crisis de seguridad", porque el estado no puede proporcionar seguridad a los ciudadanos y hay un enorme "déficit democrático", porque el estado no ha cumplido con su deber de asistir a la población carente proporcionándoles los servicios públicos y los derechos que la constitución brasileña les concede como ciudadanos brasileños.
La cuestión fundamental es esta: ¿cómo el gobierno atajará este fenómeno y qué medios pondrá para garantizar la seguridad antes de 2014?
Las grandes
favelas de Brasil son un ejemplo de lo que ocurre cuando el estado se ausenta
de la vida de los ciudadanos marginados y les niega los beneficios de la
ciudadanía. El crimen organizado y sobre todo el narcotráfico, campa a sus anchas
en las favelas y algunos narcotraficantes, como el célebre Spiderman, ocuparon
el lugar del estado haciendo –a su manera-, obra social en las favelas donde
tienen su territorio sin ley.
Aprovechando
la ausencia del estado y ante la falta de espacios y recursos que garantizaran
la convivencia de los brasileños que habitaban las favelas, los
narcotraficantes realizaron una especie de “estado paralelo” e hicieron
escuelas, parques, socorrieron a los moradores sin recursos cuando necesitaron
una medicina y dieron empleo a miles de jóvenes en la gran industria de la
droga; también impusieron un especie de ley intrafavela, según la cual ninguna
persona que vive en una favela puede cometer delitos dentro de la favela, so
pena de ser advertido, castigado y/o ejecutado, dependiendo de la gravedad del
delito. De modo que los narcotraficantes atajaron también la violencia dentro de las favelas, provocando una gran solidaridad entre
vecinos. Los narcotraficantes se ocuparon también de sobornar a la policía para
que no les “molestara” dentro de la favela y les dejara realizar con impunidad la
venta de drogas y armas.
Este proceso
se ha ido consolidando durante décadas y ha determinado que la imagen de muchos narcotraficantes
sea muy diferente dentro o fuera de la favela; también ha determinado que la
violencia se asocie más bien a la incursión del ejército brasileño con su
cuerpo de élite en las favelas, cuando decide capturar a algún narcotraficante,
donde mueren policías y bandidos en combates que pueden durar días. Los moradores de las favelas se muestran reacios colaborar con la policía y prefieren ponerse del lado de los narcotraficantes. Todo un disparate.
¿Puede ahora
el gobierno de Brasil revertir esta situación antes del la Copa Mundial de fútbol 2014? ¿Puede limpiar de
droga las favelas? ¿Puede el estado brasileño recuperar sus competencias dentro
de las favelas, atender a la población
carente que las habita y desterrar a los narcotraficantes?
Los
brasileños a quienes he preguntado sobre este asunto me han dicho que no, que
ya es demasiado tarde. Entonces, ¿qué
puede hacer el gobierno para garantizar la seguridad durante la Copa Mundial de
fútbol y durante las olimpiadas?, -les pregunté-
-Llegar a un
acuerdo con los narcotraficantes para que den una tregua durante la copa y los
Juegos-. No hay otra solución.
Y yo –tristemente-,
creo que tienen razón.
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