Pensar que miles de seres humanos, hombres, mujeres y niños, ya han muerto de hambre y tener ya publicadas las estadísticas de los que contamos que van a morir, es un hecho muy revelador que muestra la decadencia moral de nuestra especie.
Mientras permitimos que estas muertes ocurran en el Cuerno de África por falta de alimentos, la OMS nos ofrece estas cifras referidas a otros seres -igualmente humanos-, pero que tienen más suerte: pueden comer, incluso comer en exceso(http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs311/es/index.html):
- En 2008, 1500 millones de adultos (de 20 y más años) tenían sobrepeso. Dentro de este grupo, más de 200 millones de hombres y cerca de 300 millones de mujeres eran obesos.
- El 65% de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad se cobran más vidas de personas que la insuficiencia ponderal.
- En 2010, alrededor de 43 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso.
Exigir que los alimentos no puedan ser objeto de especulación en la bolsa de Chicago ni en ningún mercado, examinar las consecuencias tendrá utilizar alimentos como la soja o el maíz para hacer biocarburantes, controlar el precio de los alientos básicos que necesitan los millones de pobres que tenemos en nuestro mundo, sería más efectivo y más razonable. No sirve de nada conceder titulares tan alarmantes a una catástrofe humanitaria casi cotidiana, que siempre es la peor porque todas fueron igualmente vergonzantes.
Esta nueva hambruna llamada "crisis humanitaria", -es decir-, el hecho de que tengamos que admitir que en el siglo XXI miles o millones de personas tengan que morir de hambre, es también una crisis moral y ética que estamos padeciendo todos, y ante la cual deberíamos hacer algo más que escandalizarnos.
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