Otro caso de abusos sexuales a menores sacude a la Iglesia Católica, esta vez, a la Archidiócesis de Granada.
Un joven que sufrió abusos sexuales por más de 5
años, por parte de un grupo de sacerdotes “muy conservadores” y aficionados a la
pedofilia con los niños que deberían haber protegido, pero de los cuales
prefirieron abusar, destapa una vez más la cloaca de violaciones y abusos a menores que la
iglesia católica no acaba de cerrar. Y como era de esperar, el denunciante no era un caso único y parecen confirmarse por el momento 5 víctimas de esta fratría de sacerdotes pedófilos denominados "Los Romanones", que de dedicaban a abusar de menores.
Benedicto XVI se marchó -según dicen algunos- para no ser el
encargado de limpiar esta cloaca, pero el Papa Francisco parece dispuesto a hacer
cumplir de una vez la ley y enviar a estos criminales a juicio, en vez de
encubrirlos enviándoles a otra parroquia
o monasterio, y ha dicho en tono muy contundente: “Con los chicos no se juega”.
Con el Papa Francisco parece que entra un nuevo aire a la
iglesia de Roma, un nuevos estilo que no se queda en un mero cambio de imagen: el hecho de que haya llamado personalmente al joven agredido después de leer su carta es la
señal de un cambio que se aventura profundo; el papa no se esconde ni protege a
estos degenerados "para no desprestigiar a la iglesia", como hicieron algunos de sus antecesores en la sucursal del cielo en la tierra.
El riesgo de este acto tan noble por parte del Papa es que si todos los niños y niñas abusados se decidieran a escribirle, tendría que instalar un "buzón de voz abusos sexuales Vaticano" dedicado en exclusiva a recoger estas denuncias.
¡Qué marrón tan grande le han dejado sus predecesores al Papa Francisco!
Sin embargo, este cambio
de actitud no parece haber llegado a la Iglesia Católica en España donde no se habla del asunto, y donde obispos vociferantes como el de Alcalá, implacable contra los homosexuales y los clubes de
hombres que parece extrañamente conocer, enmudecen a la hora de condenar estos
abusos sexuales de sus colegas con alzacuellos. ¡Por algo será que el joven agredido prefirió escribir directamente al Papa! ¿No confiaba en el Arzobispo de Granada, en el sacerdote de su parroquia o en la Conferencia Episcopal? ¿Nadie sospechó nada durante años de abusos sexuales?
Me resulta asombroso que sacerdotes, obispos y prelados de
todo plumaje, que no escatiman en adjetivos para calificar el aborto, la
homosexualidad y el matrimonio gay, se callen cuando se habla de abusos
sexuales y no salgan indignados a condenar estos crímenes contra niños cuyos padres
entregaron confiados en manos de la iglesia que ellos representan.
¡Allá quienes sigan dejando a sus niños en manos de esta
panda de descerebrados reprimidos, de criminales sexuales travestidos de
sacerdotes!
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