domingo, 19 de enero de 2014

EL ESTATUS DE POLÍTICO o cómo explicar lo inexplicable.



Imagina que envías tu curriculum a una empresa y te ofreces como médico, leen sobre tus cualidades y capacitación, tienes suerte y te contratan. Una vez firmado el contrato, le comunicas a la empresa que no puedes ejercer como médico por la razón que quieras, la más importante, la más justificada que puedas encontrar, y te ofreces como administrativo, electricista o celador. ¿Cuánto tardaría esa empresa en despedirte? Supongo que 3 minutos máximo.

Esto, que sería una realidad para prácticamente todas las profesiones del mundo, -incluida la prostitución-, no funciona así en política, una profesión singular, donde puedes poner en el programa electoral lo que te dé la gana y una vez que has salido elegido no tienes la menor obligación de cumplirlo. Incluso puedes hacer justamente lo contrario sin ninguna consecuencia durante 4 sacrosantos años. Si lo piensas para cualquier otra realidad te darás cuenta de hasta qué punto la profesión de político es la mejor pagada del mundo y la que goza de mayor impunidad. Un político goza de un estatus social privilegiado y diferenciado del resto de los ciudadanos, pero esto no es suficiente para ellos.

Como si fuera poco con este estatus social, el sueldo, dietas, gastos de representación y regalos de empresarios varios, si como político decides "forrate", o sea, profundizar en la corrupción al punto de que te pillen, no puede juzgarte cualquier tribunal, gracias a la inmunidad que te confiere el escaño-,  puedes declarar por escrito, o en diferido. Si eres un político con muy mala suerte y no puedes evitar una condena, tampoco te tienes que preocupar, porque el gobierno ejercerá la potestad de indultarte, para que todos puedan ver cómo te ríes de la justicia y de los miles de reclusos que cumplen su condena religiosamente.

Es lógico que unos seres humanos especiales, que les concede un estatus social superior al resto y que incluye el derecho de mentir cuando se postulan para obtener su empleo-escaño, que luego no están obligados a responder ante nada ni nadie sobre nada y que disfrutan de privilegios extraordinarios, como, por ejemplo, recibir 1800€ al mes en concepto de “dietas y alojamiento”, cuando ellos mismos han definido que “a los demás” les alcanza con 640€ al mes para todo, -salario mínimo interprofesional-, se sientan superiores y actúen como superiores.

Los sucesivos casos de corrupción, impunidad, abusos, la soberbia con la que anuncian recortes inhumanos que a ellos, -por supuesto- no les afectarán, y el menosprecio hacia los ciudadanos, esos “otros” gracias a quienes disfrutan esos privilegios, no tiene nada de anormal…es la consecuencia antropo-lógica de un estatus diferenciado del que disfrutan y que incluye inmunidad e impunidad.

Lo antropológicamente raro es que “los otros” –a costa de quienes obtienen esa inmunidad e impunidad-, les permitan y consientan estos desmanes a cambio de nada. Desde las tribus de aborígenes australianos, pasando por los bosquimanos, indígenas amazónicos y esquimales, “los que mandan están obligados a repartir” para mantenerse en el poder. El reparto de bienes a través de festines de carne, bienes o cualquier otro bien, es la clave para poder disfrutar de ciertos privilegios en la tribu o grupo de pertenencia. Esto ha sido así desde que entramos en la humanidad a través de la cultura.

De forma cíclica, quien disfruta de determinados privilegios tiene la obligación de repartir… Una de esas fiestas redistributivas es el “potlatch”, una ceremonia del los indígenas kwakiutl que tiene como objetivo repartir bienes y/o propiedades para mantener el estatus social del donante… Cuanto más dure la fiesta, cuanto más se reparta y derroche entre los asistentes, más asegurada quedará la posición social del donante.

Pero en las sociedades actuales esta regla antropológica y ancestral del reparto de bienes ha dejado de cumplirse. Ahora quienes mandan reparten algo muy diferente: miseria y calamidades para los demás, reservándose de manera continua lo mejor para ellos, su círculo familiar y sus amigos del alma. Sin embargo, para llegar a ese estatus y mantenerlo, requieren el consentimiento de esos pobres, explotados o incluso miserables que cada 4 años, sin fallar, acuden al "potlatch electoral" donde en vez de recibir algo, ellos redistribuyen a través de sus votos los escaños que confieren a un tipo particular de seres humanos llamados “políticos”, la capacidad de mandar, enriquecerse, disfrutar de bienes y privilegios extraordinarios durante 4 años mientras ellos continúan empobreciéndose. Para colmo, ese día dicen que se celebra “la fiesta de la democracia”…

¿Cómo llamarle fiesta a una ceremonia donde te autosentencias durante 4 años más a la pobreza y la precariedad?

¿Cómo podría explicarle yo a un  kwakiutl este tipo tan particular de poderoso llamado "político", que no reparte nada para mantener su estatus social, entre quienes le mantienen?


Como esto es antropológicamente inexplicable, dejo este asunto aquí, esperando que algún psiquiatra o psicólogo social pueda dar una respuesta que a mí se me escapa del curriculum…

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