El
jueves 25 de octubre, intentando llegar a Europa, naufragó una “patera” con
inmigrantes subsaharianos en aguas marroquíes. Además de los 14 cuerpos
recuperados sin vida, se encontraron 17 supervivientes, pero no estaban todos.
40 compañeros del infortunado viaje, 40 seres humanos hijos de África, cuna de
la humanidad y del mismo color de los africanos que hace siglos fueron
secuestrados, arrancados de sus sociedades y familias y vendidos como esclavos
a las potencias europeas, siguen flotando o hundidos en el mar, sin que nadie
les busque para identificarles y darle sepultura, como corresponde a nuestra especie.
Esta coincidencia
en el color de la piel de aquellos esclavos y de estos defraudados inmigrantes no
es una casualidad, porque precisamente, este hecho y la colonización de las
sociedades de las que provienen esos seres humanos, han sido afectadas por una
jerarquía racial que justificó y legitimó la esclavitud de los africanos por
carecer de alma, por ser “subhumanos” en
la mirada de los europeos que previamente habían legitimado la inferioridad y
servidumbre de los indígenas en América en virtud de la superioridad racial blanca. Este proceso
de inferiorización de unos seres humanos bajo el dominio imperial, blanco y
eurocentrista tiene su corolario en el desprecio por estas vidas que cada día aparecen
en nuestros telediarios y que a nadie asombra.
Uno de los
más perversos efectos de la ideología racista, que goza de excelente salud en
el siglo XXI, es la naturalización del sufrimiento de un tipo de seres humanos
cuya vida no es lo suficientemente valiosa como para ser preservada. Los niños
que mueren en África y en América Latina por carecer de agua potable, por
carecer de medicamentos que ya conocemos y que se caducan en las farmacias
occidentales no son de cualquier color. Es impensable que nadie perciba este “detalle”, la coincidencia del color de los oprimidos, de las víctimas, y que este sufrimiento se haya convertido en algo tan normal que ni siquiera muchas veces es considerado digno de ocupar la portada de la prensa.
40
jóvenes africanos que intentaban llegar a Europa buscando un sueño, buscando una vida
mejor, procedentes de países ricos, pero expoliados y arrasados por el colonialismo, el hambre y
las guerras, naufragaron en aguas marroquíes. Marruecos, el país árabe que
Europa considera modelo del Islam democrático y con quien tiene acuerdos
millonarios en materia de pesca, agricultura y relaciones internacionales e inmigración, no se responsabiliza
por esas muertes ni busca a esos africanos subsaharianos porque no es su
problema; España tampoco puede buscarlos porque Marruecos no ha solicitado
ayuda. ¿En qué clase de mundo vivimos? ¿Qué clase de inmoralidad y crueldad es
esta?
Y yo me
pregunto: si un grupo de jóvenes españoles excursionistas hubiera sufrido un naufragio
en aguas marroquíes, ¿No les estarían buscando las autoridades marroquíes? Si
Marruecos no les estuviera buscando, ¿No hubiera cursado el Ministerio de
Asuntos Exteriores una llamada urgente a Marruecos exigiendo la búsqueda
inmediata de los desaparecidos? ¿No hubiera habido una llamada urgente del Rey
a su “primo” Mohamed VI para que de forma inmediata España pudiera localizar
esos cuerpos y entregarlos a sus familias? ¿Se dejarían a merced de los
tiburones como si fueran peces tirados por la borda porque no cumplen los
criterios para ser vendidos en el mercado?
Nosotros
los seres humanos, a diferencia de otros animales “inferiores”, enterramos a
nuestros muertos y los lloramos; hacemos un duelo y hacemos rituales
relacionados con la muerte. ¿No son humanos estos africanos? ¿No merecen que
sus cuerpos sean recuperados, llorados, y que reciban una sepultura digna?
Me
pregunto también: ¿Se han pronunciado ya las autoridades europeas exigiendo a Marruecos
la búsqueda urgente de estos cuerpos? ¿Actuarían igual los representantes de Europa si fueran jóvenes nacionales de algún
país miembro de la UE? ¿Si los náufragos fueran holandeses, franceses o alemanes, tampoco les estarían buscando porque Marruecos no lo ha solicitado?
Lamentablemente,
este silencio cómplice, esta inhumanidad con el que se ha tratado a estos
infortunados africanos, es el correlato más crudo y la evidencia más sangrante
del racismo de estado, de esos mismos estados que hace siglos extrajeron de África
las riquezas que les permitieron constituirse como potencias mundiales, y que
hoy desprecian la vida de estos inmigrantes al punto de no merecer ni
siquiera una muerte digna, ya que no pudieron tener una vida digna.
Ojalá
que la historia vengue de alguna forma este desprecio, esta indignidad y esta
crueldad que condena a millones de seres humanos a una vida y una muerte indignas por el color de su piel, por
ser pobres y por seguir siendo "infrahumanos", en la visión despiadada de
los poderosos.
Hijos
de África, hermanos e hijos nuestros: Descansen en paz. Muchos ciudadanos de
bien lloramos vuestra pérdida y lamentamos profundamente este comportamiento cruel
y despiadado con que os han tratado, y nos avergonzamos por pertenecer a la misma
especie de esos “otros” para quienes vuestra muerte es algo irrelevante.
Ojalá
que vuestras almas puedan encontrar en la muerte el sosiego y el consuelo que
no pudieron alcanzar en esta vida.
R.I.P
R.I.P
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