Probablemente
el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Dívar, no ha cometido ningún delito fundiéndose
unos cuantos miles de euros de los contribuyentes en viajes que -salvo que decidamos
desmontar el sentido común-, no están relacionados con sus funciones. Por eso
tampoco se siente en la obligación de dimitir, porque delito, lo que se llama “delito”
no ha cometido.
Y he
aquí el problema: si en este país los que cometen delitos de todo tipo no
dimiten, ¿Por qué tendría que dimitir él?
Aferrarse
al sillón, al escaño o al coche oficial es algo muy “typical spanish” y por
eso aquí resulta tan raro que en los Estados Unidos se exija a un político que
dimita porque envío vía twitter unas fotos “políticamente incorrectas” a una
mujer, que no era la suya. Estamos en las antípodas de las exigencias morales anglosajonas,
y es que lo de Dívar –si bien no es delictivo propiamente-, es inmoral. Pero la
“comunidad moral” en la que se inscriben los 20 viajes de Dívar a Marbella, no
es la “comunidad moral” norteamericana. Allí Dívar hubiera durado en la
presidencia lo mismo que un ipod olvidado en Renfe: ¡Nada!
Resulta
verdaderamente escandaloso que uno de los artífices de la expulsión del juez
Garzón de la carrera judicial, antes, durante y quizás después de ese oprobioso juicio, que parecía más bien un ataque selectivo de una fratría de la magistratura contra otra, personalizada en el juez Garzón, se marcara tantos viajes, cenas y lujos a costa de los
contribuyentes sin que se le moviera la toga. Mientras miraba con lupa el comportamiento —supuestamente
prevaricador— del juez Garzón, quien ordenó grabar las conversaciones de unos
delincuentes con sus abogados, que presuntamente colaboraban en la evasión de los capitales sustraídos, para evitar que se consumara una estafa millonaria a los contribuyentes, Dívar se gastaba unos cuantos miles de euros del dinero de los contribuyentes en viajes moralmente inexplicables, en hoteles lujosos y en cenas privadas con un amigo del alma, que nadie hubiera podido criticar si se las hubiera pagado con su dinero. ¡Qué ironía!
En
España nadie dimite ni se suicida ningún político -como en Japón-, por un
comportamiento inmoral; que alguien llegue hasta el suicidio por un
comportamiento reproblable significa que prefiere dejar de vivir antes que
vivir oprobiosamente bajo la mirada acusadora de la sociedad. Pero aquí en España esa
mirada acosadora no existe; sencillamente no hay una condena social ni moral a ese tipo de
comportamiento y por lo tanto, no pasa nada.
Aquí en
España sucede incluso lo contrario que en Estados Unidos o Japón: quienes
roban, corrompen y desfalcan se ríen de la justicia, leen libros durante los juicios, actúan, se
ríen, responden con sarcasmo y para colmo son aclamados “en loor de multitudes”. Para muestra, Francisco Camps, otro que tenía un amiguito del alma a quien benefició a costa de los contribuyentes y esos mismos contribuyentes estafados le premiaron con otra mayoría absoluta. ¿Qué disparate, señores! Por eso ese tipo de políticos se sienten igual de cómodos en el banquillo de los acusados que en el sofá de su
casa, comprado con dinero malversado. Otro botón de muestra, Fabra, el más innombrable político
perteneciente a esta categoría, quien ha repetido mil veces que “a él siguen votando”. O sea, mientras el pueblo te
aclame y no te pida de vuelta lo que has robado y malversado, lo que has hecho está
bien.
En América Latina personajes así serían la excusa perfecta para escribir una novela barroca, pintoresca, o costumbrista, con un título tipo "El juez no tiene quien le escriba" o "20 viajes a Marbella y un Rosario", o " aeropuerto para conejos en Mi menor".... en fin, darían para más de un relato encuadrado en el "realismo mágico latinoamericano", que en tiempos del "boom" de la novela latinoamericana eran relatos "exóticos" de mundos y personajes desconocidos aquí. Ya no son relatos exóticos porque España tiene su propia versión del "realismo mágico" que sería más bien un "realismo trágico", habitado por los más estrafalarios personajes. Las narrativas más disparatadas tienen sentido aquí y en la vida real se pide la dimisión de quien denuncia un hecho delictivo o inmoral, en vez de pedir la dimisión de quien lo cometió... en fin, Madrid y Macondo se globalizaron.
De
todas formas, Dívar tiene un problema: sabe que nadie se tragó la nuez entera
de los 20 viajes a Marbella como “acto de servicio”. Probablemente no le
importe, porque está por encima de la ciudadanía, pero no podrá impedir que lo
pensemos y que su imagen haya queda tocada para siempre, al menos en esa parte
de la sociedad que no celebra ni festeja actos inmorales. Tampoco nos creímos la absurda explicación de que trabaja 24H al día como presidente del CGPJ y que por ello le debemos pagar sus caprichos los contribuyentes. Un poquito de por favor, señor juez.
Siendo tan católico, si tuviera cargo de conciencia -cosa que dudo, se confesará, rezará lo que le diga el cura y “Santas pascuas”.
Gabriel García Márquez: estás entre nosotros.
Bueno, bueno, te has superado mezclando la novela Latinoamericana con la situación de España; y tienen razón, todos los que llamaban con desprecio a cualquier País Latino "república bananera2, se estarán tragando los plátanos unos detras de otros. Pero es la realidad, no hay institución que se libre de la corrupción y el pacto de no agresión. Posiblemente quizas nos ya nos acerquemos más a la Película "El Padrino" o "Uno de los nuestros" que al realismo mágico, o es que estamos cruzando ya la linea del uno al otro.
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