Todo discurría con total normalidad, poco a poco iban
llegando los votantes. Realizaban el ritual de mirar las papeletas que no iban
a elegir, miraban también a los demás para saber o intuir ese secreto tan bien guardado, y con un gesto casi sensual, disfrutando cada segundo de ese “poder decidir
quién te va a gobernar los próximos 4 años”, elegían una papeleta y la introducían en el
sobre.
Pero algo muy distinto y sorprendente les aguardaba esta
vez: para poder
introducir la papeleta por la rajita de la urna, el presidente de la mesa debía
marcar la mano del votante con un sello con las siglas que estaban
dentro del sobre, un sobre que, por primera vez, había que desvirgar y enseñar el contenido, impúdicamente, a todos los miembros de la mesa. El sello era un artefacto propio
de una película futurista obtenido gracias a la ingeniería química: llevaba una
tinta especial desarrollada para resistir durante 4 años a todos los elementos.
Se podía elegir entre la mano izquierda o la derecha.
Ya no estaba permitido votar y luego abstenerse de la parte
proporcional de responsabilidad de lo que sucediera los próximos 4 años. No estaba
permitido practicar la hipocresía diciendo: yo no le voté, a sabiendas de que
sí y esconderse en el anonimato. Cada desfalco, cada injusticia
practicada desde el poder y todas las
modalidades de corrupción tendrían cómplices visibles, identificables…
Millones de papeletas con sus sobres cayeron al suelo…. Los colegios
electorales, tapizados por papeletas de todas las ideologías cerraron a la hora
indicada.
muy buena la entrada de blog, deberían ponernos el cuño en la frente.
ResponderEliminarAsí ya no podran, los que se quejan de todo, responderte ¿yo no vote a estos?, muy típico de este país, en el que la incultura política es tan inmemorial como la incultura en general.
ResponderEliminarNo estaría mal, hasta que pagasen proporcional si reincidían en el voto a elemtos tan nefastos para la sociedad.
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