Mariano
Rajoy sigue sin concretar nada sobre su programa electoral. A menos de 50 días
de la cita con los electores que celebrarán la fiesta por excelencia de la
democracia, Mariano no responde, no se moja y tampoco arremete de forma despiadada
contra Rubalcaba, su adversario. Sigue con esa templanza que llega a ser “calma
chicha” y “desespero” para otros, pero que a él tan buenos resultados le ha
dado.
Rajoy
ha crecido como líder de la oposición guardando silencio y ha desactivado los
amagos de disidencia que surgieron dentro de su propio partido con respecto a
su capacidad de liderazgo con la estrategia de la mudez. Son méritos
extraordinarios.
¿Dónde
ha encontrado Rajoy esta sabiduría del silencio? Me arriesgo a aventurar que
Mariano Rajoy debe ser un gran conocedor de las Sagradas Escrituras y que
guarda los preceptos sobre “la virtud de enmudecer” y el consejo del santo Job sobre “el azote de
la lengua” (Job 5:21).
Por
eso, ante cualquier aspecto que pueda resultar controvertido, Rajoy calla. Si queremos
enterarnos de algo de lo que piensa hacer, debemos escuchar a Cospedal, a Montoro,
a Esperanza Aguirre y sobre todo a Pons, que no escatima en epítetos para
descalificar cualquier propuesta que haga Rubalcaba. Para todos estos voceros
del PP, el lugar de la lengua siempre está lo más lejos posible del paladar.
González
Pons debe tener referentes muy distintos a Rajoy y en vez de la templanza cultiva
la imprudencia; debe tener como libro de
cabecera un diccionario de improperios. Siempre llega de casa con la descalificación
ya preparada para darle rienda suelta a su lengua, soltando como mínimo un par de excesos
verbales como corolario en cualquiera de sus declaraciones.
Rajoy,
el hombre virtuoso que sabe callar, está rodeado de incontinentes verbales, de
imprudentes acólitos que no paran de hablar y que hacen –con ese hablar
licencioso- un “contrapunto” a sus
silencios.
Con más de 15
puntos de ventaja en las encuestas, con todo su electorado activado, contando
las horas para depositar en las urnas la papeleta que lleva su nombre y que le
dará una victoria sin precedentes, Rajoy no necesita hablar.
Cualquier cosa que diga podría resultar inconveniente y saber administrar los
silencios y economizar discursos le ha dado una sabiduría que no va a
desperdiciar.
Los
votantes del PP, a fin de cuentas, no necesitan conocer el programa de Rajoy
porque creen en él y harán de su voto un ACTO DE FE, que implica confiar en
Rajoy y en la providencia.
Rajoy
no necesita arriesgar nada y parece guardar este sabio precepto bíblico:
[…] Para
no pecar con mi lengua, guardaré mi boca con freno…(Salmos
39; 1,2)
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