Le prefirió porque era esbelto, apuesto. Todo indicaba
que incluso olería a esos perfumes inalcanzables que tantas veces había
visto detrás de las vidrieras.
También era joven; esto le hizo creer que un
poco de vigor podría resultar excitante para comenzar un tiempo nuevo. Lo que
dijo pasó desapercibido mientras examinaba sus buenos modales, su corte de
pelo y sus gestos delicados.
Su decrepitud intelectual no le permitió calcular a tiempo algo
elemental: no estaba eligiendo un amante.
Tenía ahora 4 largos años para reflexionar sobre ello.
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