La violencia
como experiencia cotidiana es algo que muchos hemos sufrido, incluso sin saberlo.
De forma silenciosa, sin pistolas ni armas negras o blancas, la postergación,
exclusión o privación de los bienes elementales para el desarrollo de una vida
digna se transforman en formas de violencia ejercidas desde el trabajo, desde
un ministerio o desde el gobierno contra ciudadanos indefensos. Uno de los
aspectos más perversos de esta violencia simbólica, casi imperceptible, es la
impunidad de la que goza, porque raramente se puede definir, denunciar y
demandar. La impunidad es un elemento muy peligroso tanto para el opresor como
para el oprimido, y esto es lo que considero fundamental en esta ecuación
elemental de la violencia: LA IMPUNIDAD.
La impunidad es un factor esencial en
todo acto de violencia: envía al opresor una señal inequívoca de que puede
seguir abusando, postergando y violando y matando, porque todo quedará impune.
Al oprimido este “factor impunidad” le obliga a descubrir su poder letal, a
transformarse en vengador, utilizando para ello su poder de muerte: un poder
que posee, pero que no utiliza porque de momento tiene otros recursos para
enviar su mensaje de auxilio, de amparo, su petición de justicia…, pero ante el
descaso y la impunidad de su opresor, muchas veces su única salida es el uso de
la violencia legítima de defenderse usando ese poder de muerte.
Foto mía: Performance en el Banco Santander, manifestación 1 de mayo 2012. |
Detalle de la performance. 1 de mayo 2012. |
Por la
misma lógica, un policía antidusturbio conociendo que prácticamente jamás será
juzgado por abuso ni excesivo uso de la fuerza, saca su porra y se ceba contra un
estudiante indefenso. Lastimosa y tristemente este es el mecanismo elemental de
la violencia: se mata porque se puede matar, se roba porque se puede robar, y se
abusa porque existe impunidad, se oprime más cuanto más asimétrica es la relación
entre poderoso y oprimido.
Pasé
esta semana por una entidad bancaria y vi a una decena de ancianos con sus decanos
brazos levantando pancartas pidiendo que les devuelvan el dinero que ahorraron
durante años de esfuerzo y privaciones. Miré sus rostros cansados, observé sus
arrugas, sus manos deslucidas por el trabajo duro, sentí la desesperanza en su
mirada, y sentí ganas de llorar ante este crimen silencioso cometido por los
bancos contra estos ancianos que bien podrían ser mis abuelos. Una forma execrable
de violencia, cruenta como la que más, y que fue ejercida desde una institución
bancaria legal, apoyada y rescatada por el gobierno.
Me pregunté entonces qué solución daría el
gobierno a este tema de las “estafas de las preferentes” si esos ancianos
centenares de miles de ancianos, en vez de organizarse en turnos para levantar con
sus cansados brazos esas pancartas pidiendo justicia ante las entidades que les
robaron, se organizaran en células violentas y explosionaran cada 24 horas una
entidad bancaria -de madrugada, para evitar daños mayores-, en cualquier lugar
del país y que detonaran así miles de sucursales de todas las entidades que
practicaron esa violencia contra ellos…, ¿Cuánto aguantaría el gobierno?
¿Podría encausar a miles y miles de octogenarios en procesos judiciales
interminables? ¡Para cuando les juzgaran muchos ya estarían muertos¡ Así que no
creo que esta medida les asustara mucho a estos abuelos estafados…
Ante el
caos de este infierno de sucursales ardiendo por todo el país y el impacto global
que esta quema masiva de sucursales causaría en los medios de comunicación de
todo el mundo, ¿El gobierno le ofrecería a estos ancianos organizados en bandas
armadas una quita del 60% de su dinero y el otro 40% en “acciones mierda” de un
banco malo? ¿Les pediría una tregua? ¿Enviaría a un negociador?
No
puedo asegurar qué respuesta daría el gobierno, pero sí puedo asegurarles que
no sufrirían el descaso y los malos tratos que reciben cada vez que salen
pidiendo pacíficamente justicia. No sufrirían la impunidad que habita al
indefenso.
Los políticos
deberían tener un poco más de cuidado. La paciencia ciudadana ya se está
agotando. Son demasiadas violencias y demasiada impunidad, y la gente comienza
a pensar que estar de ‘picnic’, como burlescamente llaman algunos miembros del
gobierno del PP a las manifestaciones ciudadanas pacíficas, es un poco perder
el tiempo, cuando un gobierno ningunea a los ciudadanos.
Ya hay
camioneros muy cabreados… y puede que dentro de muy poco tiempo, en vez de los denigrados
“indignados” o “perroflautas” tengamos auténticos “vengadores” o “perros
molotov”…
La violencia puede ser un mecanismo instrumental, un medio para un fin, puede ser utilizadotambién como un acto discurivo cuando las palabras no sirven para convocar a la justicia...
Si tienes a algún político o banquero como seguidor, invítale aque vea este vídeo que descubrí gracias a un tweet de mi amigo José Luis LA.
@CLMANCHAS
Avisados estáis...
Ya se está produciendo el paso de pacífico a vengador y estos neomierdas del gobierno se creen que la 'mayoría' les salvará pero están muy equivocados.
ResponderEliminarMuy buen entrada Aída, pero que muy buena. Puede que sólo por que la imaginación se me va con facilidad pero me recordó al levantamiento de un tracio contra Roma. El amo está ejerciendo demasiada violencia y terminará explotando la primera guerra servil de época contemporánea.
ResponderEliminarFelicidades
Una persona que no tiene nada que perder, es una persona muy peligrosa...la forma de gestionar el poder del gobierno así como de Europa está dejando sin nada a muchos, y con mucho a muy poquitos,y como señalas, en esta situacion en que "se abusa porque existe impunidad, se oprima más cuanto más asimétrica es la relación entre poderoso y oproimido" es insostenible y si no hacen caso ante la presión ciudadana, la indignación saltará y se hará oir de alguna otra forma, ojalá y no lleguemos a eso, pero están tensando en exceso la cuerda los políticos. Saludos
ResponderEliminarRecuerdo leer un tuit en el que se animaba a sacar la basura a las puertas de los bancos y no a los contenedores. Me imaginaba la imagen, una mañana en la que en todo el país todos habían arrojado su basura a una puerta bancaria y no dudé en que esa imagen daría la vuelta al mundo.
ResponderEliminarLa situación actual es que el objeto de protesta impone a los protestantes las maneras de protestar, otro absurdo más de este sistema en el que los ciudadanos pierden cada vez más la capacidad legislativa.El que paga manda, dicen, pues no creo que sea así:mandamos todos y esa es la presión que debemos realizar. Si los bancos comenten este terrorismo financiero contra los ciudadanos es porque hemos cedido nuestra capacidad legislativa a unas empresas llamadas partidos mayoritarios que actúan, como cualquier empresa, en la búsqueda de un objetivo único, su beneficio.Y su beneficio está ligado al buen trabajo que realicen para sus clientes, los bancos o corporaciones financieras.