Hace
algunos años decidí hacer yo misma mi declaración de la Renta, inducida por la
campaña en televisión de indicaba que sería muy fácil con un programa que
facilitaba la propia entidad recaudadora. Me puse manos a la obra y “casi” lo hice bien, pero cometí un error: en vez de
declarar mi “plan de pensiones” declaré mi “plan de jubilación”. Por aquel
entonces no tenía muy clara la diferencia entre uno y otro.
Hacienda me hizo la devolución correspondiente y todo parecía estar bien. Yo estaba muy orgullosa de haber conseguido hacer la declaración sin ayuda de nadie, pero meses más tarde la Agencia Tributaria me dejó en el buzón una carta que nunca olvidaré.
Con tono
amenazante, Hacienda me reclamaba en esa carta la el importe que me había sido devuelto por haberme desgravado el plan de jubilación, dando
por hecho que había “defraudado intencionadamente” a la entidad recaudadora.
Además de la devolución, me recargaban una multa bastante impresionante.
Me indigné
y recurrí la sentencia. Ante todo me quejé por el tono amenazante de
la carta y luego les expliqué que como ellos podían comprobar, había sido un
error por confundir los conceptos de “jubilación” y “pensiones” y que no me
había declarado ambos, sino el plan equivocado; expuse también que como prácticamente había aportado a ambos
la misma cantidad de dinero, bastaría con cambiar uno por otro y el resultado de
la declaración sería idéntico, y que como era evidente no tenía intención de
defraudar, sino que había sido un error y que consideraba injusto y excesivo el
recargo.
Semanas más tarde, Hacienda me confirmaba su sentencia: desestimaba el recurso presentado y me apremiaba a pagar la cuantía "defraudada" más la multa.
No tuve
más alternativa que pagar, pero me quedé con una sensación muy amarga de
injusticia, porque nunca intenté defraudar, simplemente -como imagino que le habrá
pasado a millones de ciudadanos-, me equivoqué. El tono amenazante de la carta
fue lo que más de disgustó, porque no creo que deban dirigirse así a los
contribuyentes, inculpándolos desde el primer momento.
El
viernes 30 de marzo el gobierno ofreció una Amnistía del 90% a todos los
defraudadores que evadiendo los impuestos, llevaron su dinero a paraísos
fiscales donde ya ha engordado lo suficiente como para resultar un bocado muy apetecible para el gobierno, que tiene sus arcas vacías. El tono suplicante y sumiso en el
que el Ministro Montoro se dirigió a esas grandes fortunas, invitándoles a
traer a España lo defraudado no se parecía en nada al tono de la carta que años
atrás recibí. Mientras a esos defraudadores se les perdonará el 90% de lo defraudado,
a mi no me perdonaron un solo euro. Huelga mencionar que una parte importante
del dinero que llega a los llamados "paraísos fiscales" no es fruto del trabajo, -como en mi
caso-, sino fruto del blanqueo de capitales procedente de la venta de
drogas y de armas, además de otras actividades ilícitas. El propio término "paraíso fiscal" es una obscenidad; deberían llamarse "cloacas de la economía fraudulenta e inmoral".
Con este anuncio me ha quedado muy claro que "todos no somos iguales ante el fisco" y que "Hacienda no somos todos", sino unos más que otros: los trabajadores somos hacienda. Las grandes fortunas tienen un tratamiento fiscal diferenciado y especial.
Al
ofrecer una AMNISTÍA A LAS GRANDES FORTUNAS, el gobierno decide taparse la nariz
y mirar para otro lado sin pensar cómo fue adquirido ese dinero que habita en "paraísos fiscales" y que ha sido invitado a regresar ahora de forma legal y sin
preguntas. El gobierno sabe perfectamente que los paraísos fiscales son las
cloacas de la economía inmoral y que el saldo de muchos de los crímenes contra
la humanidad se deposita justamente allí donde no existe ética ni moralidad,
donde se “blanquea” aquello que se obtiene de forma ilícita. Pero cuando no salen las cuentas se puede bajar el listón ético y moral.
Dado que el gobierno está dispuesto a ofrecer esta amnistía, debería quitar del código penal el “blanqueo de capitales”… y admitir que el dinero siempre es blanco, y más si hablamos de miles de millones.
La AMNISTÍA aprobada por el gobierno –además de inmoral e indecente-, es un palo moral para millones de ciudadanos
que pagamos fiel y rigurosamente a Hacienda. Para nosotros, -los contribuyentes
cuyas rentas vienen exclusivamente del trabajo-, no hay perdón in disculpa, ni siquiera si por
desconocimiento, nos equivocamos.
Acabo de subscribirme, me parece estupendo tu blog y tu lema, "COMPARTIENDO IDEAS, ESCUCHANDO Y APRENDIENDO" un ideal totalmente asumible
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